Edith Stein, Descartes y nuestras filosofías
Contenido principal del artículo
Resumen
Si bien es cierto que la filosofía —la original, la de quien pregunta por todo o todo lo examina, como Sócrates, o la de quien como Descartes duda de todas las cosas (o las pone en suspenso, como Husserl) al menos una vez en la vida— es un ejercicio eminentemente personal, también es cierto que no puede darse sino en el seno de una cultura, y de una comunidad. Tan importante es entonces, para comprender una determinada filosofía, la consideración de la persona concreta —de carne y hueso que diría Unamuno— que la ha realizado, como la de su “sujeto colectivo”: qué comunidad, qué instituciones, y hasta qué poderes sostienen o suscitan tal o cual filosofía, y por qué. Tras ocupar un lugar bastante promisorio en una de las escuelas filosóficas más importantes del siglo XX europeo, Edith Stein quiso ser parte de la Iglesia católica y, en ésta, de la estricta orden del Carmelo. Nos interesa destacar, en lo que sigue, algo de lo que un paso como ese le hizo ver a ella, y nos ayuda a ver a nosotros sobre nuestra propia relación con la filosofía y con la comunidad (Iglesia y/o nación) de la que formamos parte.
Descargas
Detalles del artículo
Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución 4.0.